Querida mía,
Sé que no lloraste.
No porque no doliera, sino porque aprendiste a sostenerlo sola.
Te vi esconder la tristeza en dibujos, en silencios, en miradas largas por la ventana.
Te vi hacerte fuerte antes de tiempo.
Hoy vengo a abrazarte.
No para decirte que todo estuvo bien, sino para decirte que *tú estuviste bien*.
No eras débil por sentir.
No eras exagerada por necesitar.
No eras invisible.
Hoy escribo para ti.
Para que sepas que floreciste, aunque nadie lo notó.
Y que ahora, desde esta mujer que escribe,
te abrazo con palabras que no tuvimos.
llorar no era peligro.
Era semilla.

Para la niña que no lloró, pero floreció. Esta carta es tu abrazo